¿juego de palabras?

unidad-comunidad, integridad-integración, comunión-comunicación, ...
¿por qué se nos hace tan difícil entendernos?
Desde muy chica este interrogante me dio vueltas en la cabeza. Religión, filosofía, arte, educación, creo que en todo lo que hice o en todo a lo que me dediqué le estuve buscando una respuesta.
Mentiría si les dijera que la encontré, pero aprendí mucho.
Aprendí que no hay integración sin integridad, que si no hay unidad entre lo que pienso, digo y hago, si no hay unidad profunda en mí misma, si hay fisuras, reproches, autoengaños y engaños conscientes o incoscientes, difícilmente los otros me puedan entender. Cuando en el discurso del otro encuentro disloque y fragmentación, puede ser porque me está devolviendo mi propio discurso, la imagen de mi propio yo. No es el espejo el que está roto.
Pero muchas veces, también el otro es un yo que está roto, casi todos lo estamos, tal vez estemos todos aquí nada más que para unir estas partecitas, armar cada cual su rompecabezas y colaborar en el armado del GRAN rompecabezas universal. Ser UNO, esa es la consigna.
Aprendí, también, que tenemos dos herramientas poderosas para evolucionar hacia la unidad: el silencio y la palabra. En el principio el silencio y la palabra eran UNO. En algún punto las cosas se complicaron, silencio y palabra se separaron, y entró la separación a todo nuestro mundo humano.
DIALOGO:
Que cuando diga una palabra me diga a mí misma, me pronuncie, ponga afuera lo que llevo dentro, haciendome transparente, y pura como el agua, que cuando haga silencio me abra al agua del otro, sin juzgar, sin predecir, acordando, concordando, recordando: es decir, sincronizando los corazones, uniendo los corazones y guardando en los corazones lo que damos, lo que recibimos, lo que somos.

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