¡feliz año nuevo!


¡Küme ayiukonpape tüfachi we-tripantu!
¡Que comience con alegría este año nuevo!
24 de Junio Año Nuevo mapuche
Cada madrugada —entre el 18 y el 24 de junio aprox.—, los pueblos originarios del sur, junto con la naturaleza y el universo, acostumbran celebrar el re-inicio de un nuevo ciclo de la vida o año nuevo.
En esta época, la tierra, los animales, las plantas, los peces, las semillas, y cuantos co–habitamos en este rincón del planeta, vivimos, experimentamos y somos testigos de unos de los episodios más relevantes que acontece en el cosmos y en la madre tierra, casi sin darnos cuenta.
Es la fusión de la materia (tierra) y la energía (cosmos).
Si bien la multiplicación vital no se frena jamás, es a partir de ahora cuando vida y tiempo se trenzan, enlazan y bailan desde los huevos de los teros, desde las pupas de las mariposas, desde cada agujerito natural, desde las hendijas mismas de los hielos, sonando lento una nueva sinfonía (que sería prudente escuchar y atender).
Y con los brotes, llegan los sueños, las esperanzas; y —también silenciosamente— emergen fuerzas o energías desde el corazón de la tierra.
Es ahorita cuando las distintas etapas del año arrancan su paso; y se suelta la multiplicidad, la diversidad y la combinación. Parece que todo continúa su descanso, pero no:
¡Salgan y miren las yemas de los árboles! ¡Midan el grosor de algún tronco! ¡Escarben por debajo de los pastos helados y secos! …y regresen a hacer lo mismo una semana después.
Es ahora, en estos días, con el más húmedo y frío sudor, que las plantas confían en días más largos, soleados y prometedores. Y los troncos, calladamente, engrosan a un ritmo mayor.
Ahora es cuando todo se re–organiza.
Este balance, mucho más integral y anterior a la puta globalización dañina, no se limita al llamado sur terrestre.
Estos cambios de ciclos ocurren en cada extremo. Condicionan existencias opuestas y, mientras aquí iniciamos la renovación natural, del otro costado la maduración colma vistas y estómagos de seres vivos.
Muchos pueblos originarios de América del Sur, por estos días celebran y conmemoran, con sus propias formas y nombres este Trueque y Despunte Natural, tal cual fue concebido en tiempos inmemoriales por nuestros pueblos sucumbidos, maltratados y olvidados. Ellos continúan acompañando a la madre tierra a festejar el despertar y regreso a la vida de sus hijos: plantas, animales, ríos, lluvias, viento, personas —entre otros—; porque la pacha mama se regocija y nos convida a ser parte en la alegría del comienzo de cada nuevo ciclo de vida.
La fiesta —celebrada año tras año en el mundo indígena— no es una casualidad, tampoco una ligera interpretación ni sólo creencias de los abuelos, sino la de-codificación, comprensión y entendimiento que desarrollaron, en muchos miles de años, respecto de los movimientos terrestres, las fuerzas cósmicas, con meditación religiosa y valoración científica, sintiéndose parte de lo que todos somos parte: el mismo mundo; pero con el respeto y cuidado que los globalizados no tenemos.
Por tanto, la celebración y fecha que marca el regreso de la vida en esta mitad de la bola Tierra no es propiedad de una u otra cultura, sino de todos aquellos seres humanos, animales, árboles, ríos, aves, etc., que nacimos y cohabitamos en esta parte de la casa Tierra.
Desde el martes 23 al miércoles 24, nuestros indios celebran:
· Wetripantu (Año Nuevo Mapuche en Chile y Argentina)
· Intiraimi (en el Cuzco peruano)
· Machaq Mara (entre Aymarás del norte de Chile y de Bolivia)

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